Scirocco.

A la vuelta del tiempo estás tu con tu vestido azul turquesa, jugando en el patio de la casa, a la sombra del olivo, le quitas los pétalos a pequeñas flores de malva roja, los desprendes uno a uno y resbalan por tu regazo sobre la falda azul hasta tocar el suelo. El aire las toma con un poco de polvo y las eleva, juega con ellas un rato y luego las deja ir.
Es un poco tarde, no tarda en obscurecer.

- Puedes hacerlo así, Teresa?
- Claro que puedo niña, mientras haya luz de día, malo que estuviera haciendo un ventarrón de los buenos, así ni como.

Teresa está bordando la esquina de un mantel blanco, le imprime con la paciencia de sus manos, aguja e hilo; pequeñas crucecitas de colores que; a razón de juntarlas unas con otras, van formando flores de clavel. Es minuciosa, empieza con un color oscuro como la granada y al centro coral y rosa tierno. Verde seco y oscuro en las hojas, todo sobre un blanco que a la luz del sol le encandila un poco, la miras, Teresa es la paciencia y dedicación personificadas, solo que la gruesa greca negra del mantel te incomoda.

- Pudiste haberle puesto azul a la orilla Teresa.
- Azul? las grecas son negras niña! ¿Que sabes tu de punto de cruz?

Tu sueñas siempre con el color azul aunque te rodee el rojo. Carmen tenía los labios azulosos aquella vez que la viste muerta. Estaba tendida y tu de lejos en el velorio, solo veías el borde satinado azul saliendo y le dijiste a Teresa que te llevara a verla.

- No. Estás muy chiquita para verla.
- Anda Teresa, llévame.
- Vamos pues.

Te encaminaste de su mano hasta el ataúd y te levantó de tal manera que dejó su cara junto a la tuya.

-Tiene los labios azules ?dijiste-
- Tú y tu azul... anda... que tenemos que irnos- Te contestó Teresa poniéndote de nuevo en el piso.

Fue la ultima vez que viste a carmen,.

Recuerdas esas cosas mientras deshojas la flor de malva en tu regazo, sopla el viento suave y luego fuerte levantando polvo. Te tallas los ojos e intentas levantar la vista hacia Teresa, que ya no está.